Le diré de mí mismo que soy un hijo de mi tiempo, un hijo de la increencia y de la duda, lo he sido hasta ahora e incluso (lo sé) lo seré hasta que me muera. Cuántas penas me ha costado ya mi sed de fe y cuántas me cuesta todavía. Una fe que se vuelve más fuerte en mi alma cuantos más argumentos contra ella encuentro.

Fiodor Dostoievsky

08 octubre, 2007

NORMALIDAD ÉPICA

Hablábamos tranquilamente en la sobremesa tras una opípara comida, el vino que habíamos bebido nos hacía lenguaraces, el brillo de nuestros ojos delataba lo fácil de nuestro verbo. Escuchaba oyendo todo lo que podía y no se entremezclaba entre el bullicio del restaurante y los atropellados comentarios que se solapan cuando muchos hablan y más beben.
La comida transcurrió plácida y nada monótona, fue pausada y entretenida, los temas surgían sólos al amparo de de las viandas, en la susodicha sobremesa apareció un tema muy manido ya pero no menos interesante cuando lo conjuga alguien que tiene cosas interesantes y verdaderas que aportar. El tema en cuestión versaba sobre la capacidad ésa que dicen que tenemos las personas para sacar fuerzas inhumanas cuando la ocasión lo requiere, ya estemos exangües, cojos, impedidos, exhaustos, tullidos; da igual, el ser humano debe poseer un pequeño tanque de reserva para casos de urgencia extrema.
Con el discurrir del café y los variados licores, abandonado ya el vino (un Altos de Luzón, si mal no recuerdo y mi mente no entraba ya en los achispantes momentos presiesta), algunos comensales expusieron largamente las diferentes historias de superación y sufrimiento que conocían o que incluso habían protagonizado.
En mis humores bullían historias hartamente leídas en libros de sabor clásico, veía a aquella gente que narraba hechos suyos, narraban como debían de narrar los clásicos aquellas épicas peripecias, narraban casi enajenados, embebidos por la locuacidad de Hermes, sus ojos no se posaban ante nadie sino que temblaban a causa del vinoso licor báquico, hacían que sus palabras fueran escuchadas por mí con arrobo a la par que los sentimientos florecían exultantes.
Tras un largo trago de café, reflexioné mirando en derredor de la mesa, viéndolos hablar ufanamente, yo no había hecho nada de eso que ellos propalaban, yo soy una persona normal.
¿Qué he hecho yo en mi vida?
Yo todavía no he hecho nada, yo, yo estoy escribiendo un blog.


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4 comentarios:

  1. Me emociona ver la persona en que pareces haberte convertido.Lo mucho que has mejorado.Lo poco superficial que eres en realidad.Que tras esa cara petrida,gelida y a veces vacia de aparente sentimiento se esconde un hombre que me llega muy adentro.¡Mas que nunca¡.Que me parece una persona mucho mas cercana y real.Mas de carne y hueso.Muchisimo mas madura. Ultimamente he de decir que no te conozco.Tus palabras me sacuden y me agitan a la vez que me preocupan.
    A veces sentirse desmoronado e insatisfecho es un indicador magnifico de que algo va a ocurrir,de que una mejora significativamente ganancial va a acaecer.Estoy seguro.
    Si necesitas un amigo(o lo que pueda ser yo ya)o tan solo un buen te o cafe en compañia de mi "magnifica presencia"(y escasa), ya sabes que estare ahí,porque las palabras sobran donde todo se sabe.
    Os echo de menos.

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  2. Joder, esto no es un comentario, es una paja, con perdón. Mil gracias, sabes que también se te echa de menos muchacho. Pronto ya...

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  3. No te vayas a correr marraneras.

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  4. No conocer tu capacidad de sufrimiento es buena señal, o al menos así lo veo yo.

    Un saludo.

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Un comentario puede hacer que este pobre mujik tome aire y se decida a escribir de nuevo ante el inusitado clamor popular.