Le diré de mí mismo que soy un hijo de mi tiempo, un hijo de la increencia y de la duda, lo he sido hasta ahora e incluso (lo sé) lo seré hasta que me muera. Cuántas penas me ha costado ya mi sed de fe y cuántas me cuesta todavía. Una fe que se vuelve más fuerte en mi alma cuantos más argumentos contra ella encuentro.

Fiodor Dostoievsky

26 marzo, 2008

LA CASA DE LAS BELLAS DURMIENTES


He pedido cita en La casa de las bellas durmientes y he logrado subir hasta el piso de arriba. Una vez allí me han dado la llave que contenía al viejo Eguchi dentro de una habitación; miraba con calidez y lascivia a la pequeña japonesa que dormía profundamente, desnuda y arropada por una manta eléctrica. Pude observar como la vejez le inundaba los cansados ojos y se escudaba en sus recuerdos insondables, recuerdos moldeados a su gusto. La joven desnuda era el contrapunto perfecto, su némesis carnal, pura, virgen y tranquila.


El viejo se volvió hacia la mesilla y tomó dos pastillas que estaban puestas allí ex profeso, rápidamente se acostó boca arriba y, con sumo cuidado, para no tocar ni el más insignificante milímetro de piel joven, se ladeó en un costado nimio de la cama.


Horrorizado salí de allí para pedir, quince días después, una nueva cita para mi.




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6 comentarios:

  1. Aquella primera noche di vueltas y más vueltas en la cama deseando que las sábanas que me cubrían se convirtieran en las suyas y ella estuviera a mi lado.
    Durante esos quince días no dejé de pensar en la joven de piel de seda. Desprendía un aura blanca y un olor que me hacía desearla cada vez más. Intenté diluir su imagen entre el resto de mis pensamientos, pero su rostro no dejaba de aparecer en mi mente; sus labios, sus ojos, enclaustrados en ese cálido sueño, y su cuello pálido y brillante llamaban mis más salvajes deseos.
    La obsesión me llevó a rondar la puerta de la casa en busca de esa chica, contaba cada segundo que me separaba de la próxima cita, deseaba que el tiempo pasara en un instante y me llevara de nuevo al lugar donde la vi por primera vez.
    En mi locura un segundo, quizá menos, me separa de su presencia.


    (vamos a medias con los derechos de autor)

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  2. (los derechos de autor se repartirán entre todos los que participemos,jeje.)

    Mi vuelta fue precipitada y torpe, no quise que la impaciencia se adueñara de mi pero me fue imposible contenerme, aquella muchacha exangüe suscitaba en mí pensamientos ya olvidados. La vuelta a la casa de las bellas durmientes me devolvió a la vida pues debía de contemplar la muerte para sentirme otra vez vivo, feliz.
    La entrada en la habitación, tras quince días angustiosos, se produjo con un sobresalto.

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  3. Aunque para mi lo parecia, dado que estaba deshorientado por la larga noche de espera en vela, esa habitación no era la misma en la que la encontré por primera vez, tenía un color oscuro; rojo, marrón, colores de rabia y desesperación. Sentada en un diván, tras la fina cortina por la que se proyectaba el sol de aquella pequeña ventana,estaba mi deseo más profundo, me acerqué más,pero,esa chica...., no..., no era la pálida dama con la que había estado soñando los días que para mi fueron años.Era otra de las muchachas que frecuentaban el lugar para intercambiar sexo por dinero. Se acercó a mi y cogió my brazo. En ese momento el mayor sentimiento de ira recorrió my cuerpo, la hubiese empujado por las empinadas escaleras del local sólo por no ser quien esperaba, sin embargo, agaché la cabeza y me contuve. Entrado en cólera, salí, apresuradamente, hacia la recepción para pedir las explicaciones pertinentes.

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  4. La recepción quedaba en el piso de abajo, lóbrego y oscuro no desentonaba con el conjunto de la casa al pie del acantilado, el viento mecía la hojarasca y mis oídos, ya cansados de tan hondo silencio, buscaban sin cesar algo de ruído por el que se guiaran mis pasos. No sabía donde quedaba la recepción, es extraño de explicar pero la casa no era muy grande, sin embargo, una vez dentro daba la impresión de sumergirte en un laberíntico dédalo de silencio, quietud y oscuridad.
    Al final de uno de sus incontables pasillos (a mi me parecían incontables) hallé una puerta pequeña con motivos en medio relieve de dragones dorados y antiguas pinturas ukiyo-e nimbaban el carcomido marco.

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  5. Esa puerta hizo que me detuviera en seco, sentía las hondas voces que provenían de su interior. No sabía porqué pero en ese momento supe que detrás de aquella puerta encontraría lo que buscaba. Intenté forzar la cerradura, pero, en ese mismo instante dos chicas se abalanzaron sobre mí y me arrastraron hasta una gran sala llena de espejos, en donde las chicas se aglutinaban en torno a diversos hombres que estaban en el lugar. Todo era terroríficamente silencioso, sus movimientos eran tan robóticos, que llegaban a rozar lo siniestro. Preferí quedarme callado y observar mí alrededor por si mi dama aparecía.

    Pasado un rato, una de ellas me invitó a un trago, clavó sus ojos verdes en los míos, su sonrisa me decía que había algo extraño en ella, pero, su belleza era tal que no podía dejar de mirarla, un hipnótico color sobresalía de su mirada. Un instante después estaba bebiendo de aquella copa doradora, decorada con los mismos motivos que aquella puerta en la que me detuve.

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Un comentario puede hacer que este pobre mujik tome aire y se decida a escribir de nuevo ante el inusitado clamor popular.