Se comunicaban a gritos, sus hablas ininteligibles para los ocupantes de aquel vagón se hacían estridentes y machaconas para éstos, las miradas se postraban en ellas con mezcla de asco, temor y lástima. Una chica rubia no pudo soportar ver más como la mujer de delante se mesaba los cabellos en busca de aquellos piojos que no dejaban de picotear su vieja cabeza, se puso de nuevo el abrigo y sin dilación enfiló de nuevo el pasillo, su cara disfrazaba la naúsea.
La mayor, sentada en su aislamiento, sacó muchas cajas de pastillas encontradas a lo largo de las calles que recorría para dar de comer a su familia y se las enseñaba a otra de ellas, sentada a su derecha, pasillo mediante, mientras le explicaba algo; posiblemente aquellas pastillas cayeron ya caducadas en sus manos, manos que creían coger el remedio cuando realmente habían agarrado el infortunio. La de mirada taciturna, escuchaba sin atender, su cara seguía sumida en el desamparo, otra de ellas le dio a uno de los niños y ésta, sin inmutarse lo asió, se subió su hirsuto jersey de lana y amamantó al bebé. No le cambió el rostro. Una por una, poco a poco, en cada estación nueva se levantaba, daba vueltas, se notaban nerviosas, impacientes, los pasajeros crecían en indignación, no querían a aquellas mujeres abyectas allí, sus caras y gestos todo lo decían.
El olor comenzó a ser desagrable, un niño empezó a lloriquear y una de las mujeres lo acostó en un asiento vacío, se quitó uno de los numerosos trapos que portaba y sacó un pañal negruzco de entre sus ropas, quitó el pañal sucio al bebé ante la escandalizada mirada de los asistentes de aquel espectáculo, le puso el nuevo y lo embutió de nuevo entre mantas y suciedad.
El otro pequeño lloraba tiempo y sus babas y ruegos no fueron atendidos ni por asomo, calló de pronto, la mirada triste envuelta en un velo de lágrimas lo decía todo, muchas veces había llorado ya en la vida pese a tener tan corta edad; temió ya desde muy pequeño que llorar no le servirá de nada en aquel mundo hostil de traqueteos y chillidos, pronto deberá de asumir la resignación, compañera (por lo menos para él) capciosa.
-Dedicado a todas esas personas que miran con asco a los que no siguen sus reglas o son diferentes en el tren que cojo todos los lunes, a toda ellas les dedico también el siguiente poema de Borges:
EL GOLEM
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga."
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,
Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la cordura?
¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga."
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,
Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la cordura?
¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
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Bien Sensei, he leido tu historia y te diré que no soy de las personas que acostumbra a mirar con "caras" a esta gente, peor tampoco comparto la dejadez de muchas de estas personas.
ResponderEliminarPienso que si les da para un pasaje del metro, muy probablemente les daría para una PASTILLA de jabón, lavar al niño al menos, si ellas mismas no se asean..., pienso que si no les da para pañales del super, sí para los que se usaban "antaño" y con esa pastilla (que da mucha cuerda) se puede lavar en agua ese pañal.
Pienso que la pobreza no esta reñida con la higiene, eso es algo de lo que estoy muy segura.
Por otro lado, cada uno vive como puede, ricos, mediocres y pobres..., lo que está claro es que la respetabilidad se debería de dar en todo caso!
Mal por los ricos que miran con desprecio a los pobres. Mal por los pobres (esta gente del metro que relatas) por no tener "un saber estar" o un correcto comportamiento y alterar en "algunos casos" el orden público.
Me ha gustado mucho el relato Sensei, muestra la crudeza de la realidad...
Besos!!
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