Le diré de mí mismo que soy un hijo de mi tiempo, un hijo de la increencia y de la duda, lo he sido hasta ahora e incluso (lo sé) lo seré hasta que me muera. Cuántas penas me ha costado ya mi sed de fe y cuántas me cuesta todavía. Una fe que se vuelve más fuerte en mi alma cuantos más argumentos contra ella encuentro.

Fiodor Dostoievsky

24 agosto, 2007

REFRANERO AGUILEÑO

¡Arrrreee tordaaaa!



* Explícome: tan singular oración, más que un refrán característico por estos lares, sería catalogado como piropo endémico que lanza el emisor para tratar de llamar la atención del remitente (a ser posible mujer) y crear en éste: rubor, escarnio, sonrojez, vergüenza o lo que quiera que sienta al recibir tan rústico mensaje cifrado en códigos masculinos.
Buscado en el María Moliner, veo que torda es la hembra del tordo o, en una acepción aparte, también lo podemos encontrar como torpe (¿herencia machistóide-populárica?).

* Creo oportuno poner un ejemplo para que veáis costumbres piropísticas aguileño-murcianicas:

Trancurre la tarde tranquila, sin mucho trabajo, a decir verdad, y A. saca del lavaplatos industrial recién comprado los cubiertos recién lavados. Entre bostezos y hastío coloca cada tenedor y cucharilla de café en su sitio mecánicamente, como cada tarde, como casi siempre. La llegada de algún que otro parroquiano levanta leve curiosidad apagada rápidamente por la charla vacua y consuetudinaria de siempre:

- ¿Qué pasa A.?
- Pues nada, aqui. ¿Lo de siempre?
- Si.

Se sienta tras servir la típica cerveza o el típico vino barato de cartón mirando hacia el ventanal abierto que deja ver toda la acera poco transitada a esas horas vespertinas.
La llamada de la sed le hace levantarse para echar un trago de agua directamente de la botella, la coloca por encima de su cabeza y deja caer un leve chorrillo que sacia y refresca la anodina tarde. De repente, una moza de buen ver pasea erguida pavoneándose por enfrente de la ventana, pasa veloz a sabiendas de lo que se cuece dentro del bar. Las miradas furtivas se posan sobre la presa, las voces se alzan semejando rebuznos, los piropos más egregios surgen altivos de tan exquisitos bardos pueblerinos y A., arrobado y fuera de si, corre como hace tiempo que no corría hacia el ventanal y vocifera, dejando a las demás voces en simples susurros:

- ¡AARRRREEEEE TOOORRRRDAAAAA!

Todos ríen. Callan pronto. Todo sigue igual.

- Ponme otra cerveza, A.


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4 comentarios:

  1. Je je je... Es una situación que me parece cómica y vergonzante a la vez.

    Yo nunca me he comportado así, y si alguna vez lo intentara seguro que me saldría como sin ganas. Me gustan las mujeres bellas como al que más, pero sería incapaz de hacer algo así. Es más, mi modesta experiencia en esto del ligue me dice que quien así actúa raramente se come un rosco, y mucho menos con un bomboncito.

    Supongo que a ellas les provoca una mezcla de orgullo y vergüenza ajena, pero nunca se irán a la cama con un personaje tan patético.

    O al menos eso creo. Aunque si es millonario entonces da igual lo patético que sea. Ellas son así.

    (Eliminé mi anterior comentario porque contenía un par de erratas).

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  2. Mas que el refranero aguileño es la vida de nuestro gran conocido R.s.y alilas A.
    Me encanta la manera en la que lo has expresado.Magnifica.Sencillamente voluptuosa.ME HA PUESTO CASI CASI.

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Un comentario puede hacer que este pobre mujik tome aire y se decida a escribir de nuevo ante el inusitado clamor popular.