Le diré de mí mismo que soy un hijo de mi tiempo, un hijo de la increencia y de la duda, lo he sido hasta ahora e incluso (lo sé) lo seré hasta que me muera. Cuántas penas me ha costado ya mi sed de fe y cuántas me cuesta todavía. Una fe que se vuelve más fuerte en mi alma cuantos más argumentos contra ella encuentro.

Fiodor Dostoievsky

01 septiembre, 2008

EL TÚNEL

“…una de esas típicas reconstrucciones imaginarias mías, tan presuntuosas como esas reconstrucciones de un dinosaurio realizadas a partir de una vértebra.”

Hace no mucho que la constante observación de nuestro ombligo nos llevara a la eclosión de la nueva literatura en lengua española en América del Sur, hecho éste grato para mi ante la pobre literatura, exiguas excepciones a parte (Cela o Ferlosio), que nos circundaba en nuestra querida piel de toro. Los prebostes hispanoamericanos han sido mil veces nombrados por millones de personas que los oyen de oídas pero nunca han cogido un libro de los mencionados, en nuestro vago recuerdo suenan Borges, Cortázar, García Márquez, Rulfo, Múgica Láinez, Vallejo, Neruda, Pitol (éste de una hornada recentísima)… Hoy me propongo a hablar (siempre en constante vindicación de la buenísima literatura que nos llega del otro lado del ciclópeo Atlántico) de Ernesto Savato y el que quizá sea su mayor éxito: El túnel.

Este librito no es ni más ni menos que la confesión del protagonista, Juan Pablo Castel, un pintor respetado y loado al que las loas y los respetos le exasperan y cabrean hasta límites insospechados (una de las grandes críticas del libro a los críticos diletantes, en todas sus formas, ramas o gremios es muy palpable y plausible), del crimen de María Iribarne, personaje circunspecto y apocado pero el único que logra captar la profundidad del mensaje de la pintura de Juan Pablo.
Digamos que el comienzo del libro me recordó un poco al comienzo de “El guardián entre el centeno” de J. D. Salinger y lentamente nos sumerge en las quasi paranoicas divagaciones maniqueas del protagonista puestas casi que a modo de monólogo interior preparatorio ante el crimen. El sopesamiento al que se somete Castel raya la locura y la novela es una deconstrucción de la historia que una vez leída y construida nos regala un todo y los motivos del asesinato.

Toda la reconstrucción a la que nos vemos sometidos durante la lectura nos da bastantes pistas de cómo el personaje de Castel es un protagonista lleno de miedos y fobias (miedo a aglomeraciones) al que la única persona que llega a importarle y comprenderle pero que no es capaz de dominar es a la que mata. La finada es una mujer libre, apegada a una vida de sombras incomprensibles para una mente tan deductiva como la de Juan Pablo, en por esto que la única persona que comprende la pintura de éste es la que muere, pintura es igual a muerte.
Poco más se puede decir de un libro que se lee rápidamente y es una pequeña joya erigida en lo alto del monte literario, los túneles, pasadizos o subsuelos (siempre Dostoievsky) en los que no todos vivimos, con sus juegos de luces y sombras y silencios nos aproximan al clímax del asesinato del que ya estamos advertidos y no por eso lo observamos con horror o delicioso placer.

Muchas gracias.



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1 comentario:

  1. "...EN TODO CASO HABIA UN SOLO TUNEL, OSCURO Y SOLITARIO: EL MIO, EL TUNEL EN EL QUE HABIA TRANSCURRIDO MI INFANCIA, MI JUVENTUD, TODA MI VIDA." Una pequeña joya de la literatura existencialista. Difiero en la analogía con Holden Caufield, acaso reconocible en algunas lindes sociopáticas. En lo que no tengo dudas en en tu capacidad para reseñar referentes imprescindibles. Por cierto, lo de moradores de la terraza del siguiente post... menos mal que yo soy más de barra. Ya empezaba a tener complejo de Bandido Tusken.

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