Tiempo ha que no escribe el que hubo de ser (y sigue siendo) el creador de este blog, no se preocupen y vuelvan a escandalizarse, estoy de vuelta. Estamos en épocas de reinventarnos a nosotros mismos, el año ha comenzado y con él todo es como si empezara de nuevo, las nuevas temporadas de las series, los programas chabacanos y todo ese etcétera de olor mundano. Yo, para cambiar un poco, decidí ir al cine de mi pueblo (más pueblo, despectivamente hablando, no se puede ser delante de una pantalla, más adelante me explicaré) al que hace bastante tiempo no acudía, para ver la nueva de Rob Zombie, Halloween el origen. Poco diré sobre la peli pues creo que Rob ha dejado un poco de lado aquel cine que bebía descaradamente de la serie B o Z que tanto le gusta para acercarse al mito fílmico que un buen día gestó el gran Jhon Carpenter, Michael Myers. La película sigue todas la directrices básicas del cine de terror de los 80 con algo más de gore y una visión inquietante y magnífica del serial killer en estado de larva. Pero olvidemos la película y centrémonos en la pandilla de anormales que van al cine de mi pueblo al que recordé por qué hace tanto tiempo que no pisaba. Digamos que en mi pueblo suelen ir al cine los chavales a los que, por lo que se ve, sólo les dejan ir al cine para gritar, rebuznar y ponerse etiquetas de gilipollas ante la sala y, como no, ante las muchachicas de la pandi. Muchísimas veces me han entrado pruritos de rabia pero los sé sofocar a tiempo aunque si que me he quedado muchísimas veces con ganas de propalar a alguno de esos bergantes lo idiotas que son, no porque lo diga yo, sino por que ellos mismos se delatan entre tanta altanería, bravuconada y gilipollez soltada en medio de la sala a oscuras. Me pareció realmente vergonzoso que toda la gran mayoría de la sala estuviera todo el film hablando y chillando, diciendo mamoneces y, como refuté, no sabiendo ni siquiera lo que van a ver, me explicaré. Resulta que el grupo de salvajes de la fila de enfrente (la ocupaban entera) llega tarde, tardan en acomodarse, se levantan mil veces, se ponen de pie para hablar con otra fila con el consiguiente tocamiento de huevos para mi, no paran de hablar de lo exámenes, del que está al lado... Y así sucesivamente.
Muy bien, digo yo, les importa un pijo lo que pase... pero no, no les importa un pijo lo que pase en la peli, les importa un pijo el cine en sí, les importa un capullo interesarse por una película en concreto y sé de buena tinta que entraron a ver Halloween sin siquiera saber quién es Michael Myers o informarse de lo que iba susodicho film. ¿Por qué digo esto? Pues resulta que va una muchacha, la más gilipollas y pija y engreída y patética de las que tornasolaba tan pintoresco grupo y suelta por su boca:
-¡Uy! (chillidos varios, tapamiento de cara con chaqueta, tonterías proferidas) Espero que ya no se levante.
¿Esperas a que no se levante? ¿Hablas de Michael Myers?
Mira niña (diálogo totalmente figurado) si dices eso es que no sabes a que coño has venido al cine porque lo que estás viendo es una precuela y un homenaje a uno de los directores más... Un momento, te he visto cara de circunstancia, uy, perdona, es que he dicho precuela y, como supongo, esa palabra para ti no es fácil de asumir porque lo más sinonímico que has oído es cuando tu novio te abre de piernas y te dice aquello de: te la voy a precuelar toda.
Perdón por tanta procacidad barata pero no creo que vuelva a pisar el cine de mi pueblo pues es ahí do demostramos que somos un pueblo embrutecido y embrutecedor.
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¿Te has cabreado? ya era hora. No se porqué te sorprende lo del cine, eso ya lo descubrí yo mucho antes. los pueblos son así y Aguilas no se escapa.
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